Cómo ser salvo?

SEÑALES EN EL CAMINO
DE SALVACIÓN

3ª. Señal
Humildad verdadera

CRECIENDO EN HUMILDAD

6.     ¿Cómo puedo hacer actos de humildad para poder ir creciendo en esta indispensable virtud?

Reflexionando sobre mi condición humana y la magnificencia de DiosEsto es meditación (oración mental) sobre esta realidad.

Reconociendo mi bajeza y mi falta de méritos ante Dios.  “Que yo te conozca, Señor, y que yo me conozca”, oraba San Agustín para pedir humildad. "Que conozca MI medida y TU MEDIDA, Señor".

Dios es Todo, el Omnipotente.  Y yo soy nada.  Nada soy que no me venga de Dios.  Reconocer esto y estar convencido de esto es el comienzo de la humildad.

Es Cristo el que nos da esta seguridad delante de Dios, no porque podamos atribuirnos algo que venga de nosotros mismos, ya que toda nuestra capacidad viene de Dios. (2 Cor 3, 4-5)

Para ser verdaderamente humilde el alma tiene que reconocer que su verdadera ubicación es ser totalmente dependiente de la omnipotencia, de la providencia y de la misericordia de Dios.  Y así, al encontrar que no tiene nada en sí que no sea de Dios, lo único que considera como propio es su nada.

Por eso un alma humilde puede ADORAR. Y la ADORACION la va haciendo más humilde.

Otra consecuencia: permaneciendo conciente de su nada, se coloca al mismo nivel del resto de las personas, sin elevarse ni un poquito por encima de ellas. ¡Si somos NADA, todos estamos al mismo nivel!

La humildad tiene dos focos:  uno que reconoce la propia miseria, de manera de uno no se atribuye más que la propia nada, y otro que tiene siempre presente el atribuirle todo a Dios.  Siempre rinde a Dios lo que de El ha recibido y sólo desea que el nombre de Dios sea reconocido.  “Santificado sea tu Nombre” significa darle a Dios SU puesto.

Continuamente tenemos que estar recordándonos que nada somos, ni nada podemos sin Dios.  ¿No dependemos de Dios para cada latido del corazón?  ¿Se nos olvida que somos sólo polvo y ceniza?

Humildad es andar en verdad.  Y la verdad consiste en saber lo que Dios es y lo que nosotros somos.

Y la justicia consiste en reconocer que Dios es nuestro Creador y que, por ser nuestro Dueño, nos sometemos a El y le obedecemos. (ADORACION).

¿Cómo puede uno tener tanto orgullo cuando no es más que polvo y ceniza? Cuando está con buena salud, ya el hombre tiene la pudrición en sus tripas!  Que se alargue la enfermedad, bromea el médico... el rey de hoy estará muerto mañana. (Sir 10, 9-10)

No hay Santo, así haya sido muy santo e inocente que no se considere el mayor pecador del mundo.  Es que como seres humanos, nuestra naturaleza está corrompida y tiene una tendencia natural al pecado.  Así que somos capaces de cometer cualquier clase de pecado.  Si no hemos cometido pecados demasiado graves no es porque somos muy virtuosos, sino porque la gracia divina nos ha sostenido.  Si Dios no nos mantuviera en su gracia, de nuestra cuenta, sólo podemos perdernos, condenarnos.

Puede suceder, y de hecho ha sucedido, que algunos que han sido buenas personas y han tratado de vivir santamente, de repente caen, y caen feo.  Puede ser que esa caída inesperada le evidencie su debilidad, especialmente si ha contado con sus propias fuerzas y no con Dios.  ¡Qué no haríamos si fuéramos abandonados del constante auxilio de la gracia divina!

El Señor lo hará todo por mí, Señor, tu amor perdura para siempre, no abandones la obra de tus manos. (Salmo 138, 8)

Al pedir la humildad sabemos que estamos pidiendo algo que Dios desea darnos y que le agrada mucho.  Y sabemos que la humildad es de las cosas buena que El desea concedernos.   “Pidan y se les dará … el Padre de ustedes, que está en el Cielo, dará cosas buenas a los que se las pidan! (Mt 11, 7 y 11)

ORACION

Señor, ni siquiera sé cómo es la humildad.
Pero sé que no tengo humildad.
Y sé que no puedo obtenerla por mí mismo.
Además sé que sin la humildad
no puedo ser salvado.

Así que sólo me queda pedírtela a Ti, Señor.
Dame la gracia de pedirla como debo.
Tú has prometido darme
todas las cosas necesarias
para mi salvación eterna.

Y sé que la humildad
es indispensable para la salvación.

Deseo fervientemente ser humilde, Señor.
¿Y de dónde viene este deseo si no de Ti, Señor?

Por tu infinita Misericordia,
concédeme la humildad, Señor.

Ayúdame a ser humilde.
Hazme manso y humilde de corazón,
como Tú, Señor.

Amén.

 

.  ¿Cómo saber si se va creciendo en humildad?

En la práctica de otras virtudes, uno puede saber si va progresando.  ¿Soy más paciente?  ¿Tengo menos ira?  ¿Tengo más templanza?  ¿Soy más generoso?  Estas cosas pueden medirse más o menos.

Pero ¿qué sucede con la humildad?  Que por más que se practique, nunca puede uno hacerse un juicio acerca de si se es humilde.  Porque aquél que cree que es humilde, ya dejó de serlo.

Si el reconocernos orgullosos,
ya es el comienzo de la humildad,

el reconocerse humilde,
es comenzar de nuevo a ser orgulloso
.

Y hay que estar en guardia, porque –como sabemos- el Enemigo también emplea subterfugios muy engañosos.  Uno de éstos es tentarnos halagando nuestra humildad.  Y si caemos en ese engaño, por supuesto eso nos resta la poca o mucha humildad que podamos tener.

Debemos meditar más bien en las virtudes que nos faltan y no en aquéllas que creemos poseer.

Santa Teresa de Jesús advierte que las almas amantes y cuidadosas de la humildad, nunca creen poseerla, precisamente porque comprenden que no es suficiente la que tienen.

La humildad queda escondida a quien es de veras humilde.  “Nunca la ve ni acaba de creer que tienen ninguna, aunque se lo digan.  Mas tiénelas en tanto, que siempre anda procurando tenerla y va perfeccionándola en sí más”.   (Santa Teresa de Jesús, Camino 10, 4)

San Agustín alerta: 
“Si hay alguna santidad en ti, teme,
no vayas a perderla. 

¿Cómo?  Por orgullo”.

Nadie que esté postrado en el suelo
puede caerse.

Nadie que sea humilde
puede pecar
.

Señor, que pueda mantenerme en mi nada,
porque ése es el estado más seguro para mí.

Buena práctica espiritual es implorar continuamente a Dios que nos dé la gracia para ser humildes.  Adicionalmente debemos revisar los motivos que tenemos para ser humildes de corazón.

ORACION

Concédeme, Señor, que sea humilde,
pero que no sepa
que estoy siendo humilde.

Santifícame, Señor,
pero que sea ignorante de mi santidad.

Porque por engreimiento y vanidad
puedo perder la humildad y la santidad.

“El que crea estar en pie, tenga cuidado de no caer” (1ª Cor 10, 12).  Así que por más avanzados que estemos, no hay seguridad absoluta.  Cualquiera puede caer y algunos caen de muy alto.

Si nuestros primeros progenitores, que estaban dotados de dones especiales, no estaban seguros en el Paraíso Terrenal, ¿cómo vamos a estar seguros nosotros, con nuestra naturaleza caída y con el peso de la concupiscencia, estando entre tantos peligros y tentaciones?

Por eso San Pablo exhorta:  sigan procurando su salvación con temor y temblor (Flp. 2, 12).

 

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