Catecismo de la Iglesia Católica

LECCION #17

SACRAMENTOS III
CONFESION y UNCION de los ENFERMOS        

 

1.      ¿Por qué el Catecismo coloca en un mismo grupo al Sacramento de la Confesión o Penitencia y el de la Unción de los Enfermos?

Porque la Iglesia considera a la Confesión y la Unción de los Enfermos los dos Sacramentos de Curación.   

La Confesión es medicina indispensable para la salud del alma cuando estamos en pecado. 

La Unción de los Enfermos es medicina para el alma del enfermo y a veces –si Dios así lo desea- es medicina también para el cuerpo debilitado de los enfermos, de los ancianos o de los moribundos.

 2.      Pero, si ya tenemos el Bautismo, que nos da la Vida de Dios ¿para qué hacen falta los Sacramentos de Curación? 

Cristo, médico del alma y del cuerpo, instituyó los sacramentos de la Penitencia y de la Unción de los enfermos, porque la vida nueva que nos fue dada por Él en los Sacramentos de la iniciación cristiana (Bautismo, Confirmación y Sagrada Comunión) puede debilitarse y perderse para siempre a causa del pecado. Por ello, Cristo ha querido que la Iglesia continuase su obra de curación y de salvación mediante estos dos sacramentos.  (CIC-C # 295)

De hecho, el Bautismo nos libera del poder del pecado, pero no nos hace inmunes a nuestras debilidades y a nuestras inclinaciones al pecado.  Para eso está el Sacramento de la Confesión o Reconciliación o Penitencia.

Puesto que la vida nueva de la gracia, recibida en el Bautismo, no suprimió la debilidad de la naturaleza humana ni la inclinación al pecado (esto es, la concupiscencia), Cristo instituyó este sacramento para la conversión de los bautizados que se han alejado de Él por el pecado.  (CIC-C #297)

 3.      ¿Cuándo fue instituido este Sacramento? (CIC-C #298)

El Señor resucitado instituyó este sacramento cuando la tarde de Pascua (el mismo día de su Resurrección!) se mostró a sus Apóstoles y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20, 22-23).

 4.      ¿Qué significación tiene el perdón de los pecados?

Suele sucedernos que tomamos los atributos de Dios y los Misterios de nuestra fe cristiana como cosas sin mayor importancia y significación.  A veces hasta las tomamos como un derecho adquirido, sin detenernos a pensar en lo imponentes y hasta sobrecogedoras que son las gracias divinas.

La Omnipotencia Divina sobrecoge y a algunos hasta se asustan de Dios Todopoderoso.  Sin embargo, la mayor muestra de la Omnipotencia Divina está en la Misericordia de Dios y en el poder de perdonar los pecados.

Lo dijo Jesucristo al curar al paralítico y ser criticado secretamente por los maestros de la Ley:  “Qué es más fácil: decir ‘Queden perdonados tus pecados’ o ‘Levántate y anda’. Sepan, pues, que el Hijo del Hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados” (Mt. 9, 5-7).  Lo dice el Libro de la Sabiduría: “Tienes piedad de todos, porque todo lo puedes” (Sb. 11, 24).

Y lo corrobora la Liturgia de la Iglesia en una oración de la Santa Misa: “Dios manifiesta en grado máximo su Omnipotencia, perdonando y usando de su Misericordia”.

Ahora bien, más impresionante aún es que Dios haya dejado el poder de perdonar pecados en manos de los Apóstoles y sus sucesores, los Obispos y Sacerdotes. 

Y ese privilegio de ser perdonados, de sabernos verdaderamente perdonados y de dejar la culpa en el Confesionario, lo tenemos los Católicos.  Y es gratis! 

 5.      ¿Cuáles son los elementos esenciales del Sacramento de la Confesión?  (CIC- C# 302)

Los elementos esenciales del sacramento de la Reconciliación son dos: los actos que lleva a cabo el hombre, que se convierte bajo la acción del Espíritu Santo, y la absolución del sacerdote, que concede el perdón en nombre de Cristo y establece el modo de la satisfacción.

 6.      ¿Cuáles son los actos propios del penitente, aquéllos que lleva a cabo el hombre? (CIC-C#303)

Los actos propios del penitente son los siguientes: un diligente examen de conciencia; la contrición (o arrepentimiento), que es perfecta cuando está motivada por el amor a Dios, imperfecta cuando se funda en otros motivos, e incluye el propósito de no volver a pecar; la confesión, que consiste en la acusación de los pecados hecha delante del Sacerdote; la satisfacción, es decir, el cumplimiento de ciertos actos de penitencia, que el propio confesor impone al penitente para reparar el daño causado por el pecado.

 Estos actos del penitente son las llamadas Condiciones para la Confesión, pues sin estos actos por parte del penitente, no se da plenamente el perdón:

  • Examen de Conciencia (reconocimiento de los pecados cometidos)
  • Arrepentimiento o Contrición (perfecta o imperfecta), que incluye el
  • Propósito de no volver a pecar.
  • Confesar los pecados al Sacerdote.
  • Cumplir la penitencia que imponga el Confesor.

 7.      ¿En qué consiste el arrepentimiento?

Al examinar la conciencia y reconocer la culpa, surge el deseo de cambiar, de mejorar.  Esto es lo que se llama contrición o arrepentimiento.

Esto se produce cuando nos damos cuenta de la contradicción que hay entre el Amor de Dios y nuestro pecado.  Pueda que entonces sintamos cierto dolor o tal vez mucho dolor por nuestros pecados.  Nos decidimos a cambiar y nos ponemos en manos de Dios.  Este tipo de arrepentimiento es el que la Iglesia llama arrepentimiento perfecto.

Pero puede haber otra forma de arrepentirnos:  miedo al Infierno, por ejemplo.  Así lo explica el CIC #1453: 

La contrición llamada "imperfecta" (o "atrición") es también un don de Dios, un impulso del Espíritu Santo. Nace de la consideración de la fealdad del pecado o del temor de la condenación eterna y de las demás penas con que es amenazado el pecador. Tal conmoción de la conciencia puede ser el comienzo de una evolución interior que culmina, bajo la acción de la gracia, en la absolución sacramental. Sin embargo, por sí misma la contrición imperfecta no alcanza el perdón de los pecados graves, pero dispone a obtenerlo en el sacramento de la Penitencia (cf Concilio de Trento: DS 1678, 1705). (CIC #1453)

 8.      ¿Por qué dice esto el CIC:  la contrición imperfecta no alcanza el perdón de los pecados graves, pero dispone a obtenerlo en el sacramento de la Penitencia?

Porque el arrepentimiento por amor a Dios, el llamado arrepentimiento perfecto, de hecho perdona el pecado o los pecados mortales aún antes de la Confesión sacramental, siempre y cuando el pecador tenga la firme resolución de recurrir tan pronto como sea posible a la Confesión sacramental (CIC #1452). 

En cambio, el arrepentimiento imperfecto no perdona los pecados graves, sino hasta después de la Confesión Sacramental.

Verdadero arrepentimiento

 9.      ¿Cómo trata nuestra cultura moderna en la actualidad la realidad el pecado y de la culpa?

La cultura actual tratar de ocultar la realidad del pecado.  Algunos inclusive creen que para quitar la culpa (la llaman culpabilidad) hay que usar métodos psicológicos.  Y los terapeutas tratan de eliminar el sentimiento de culpa.  Pero la realidad de pecado sigue presente. 

El arrepentimiento es un proceso distinto:  se reconoce la culpa y no se trata de esconder el remordimiento, sino que nos ponemos ante Dios que perdona nuestro pecado y borra nuestra culpa.  ¿Ven la diferencia?

10.    ¿Qué pecados deben confesarse? (CIC-C#304)

Se deben confesar todos los pecados graves aún no confesados que se recuerdan después de un diligente examen de conciencia. La confesión de los pecados graves es el único modo ordinario de obtener el perdón.

 11.    ¿Debo confesarme si no he cometido ningún pecado grave? 

La Iglesia recomienda vivamente la confesión de los pecados veniales aunque no sea estrictamente necesaria, ya que ayuda a formar una recta conciencia y a luchar contra las malas inclinaciones, a dejarse curar por Cristo y a progresar en la vida del Espíritu.  (CIC-C # 306)

La Confesión es un gran regalo de sanación, que nos da además una mayor unión con Dios.   Adicionalmente,  nos ayuda a luchar contra los pecados que confesamos, aún los veniales.

 12.    ¿Por qué sólo los Sacerdotes pueden perdonar los pecados?

Porque tienen la autoridad de Jesucristo para perdonarlos.   Ningún hombre puede perdonar los pecados, a menos que haya recibido ese poder de Dios.  Ese poder sólo lo tienen los Obispos y Sacerdotes que son los sucesores de los Apóstoles.

13.    ¿Por qué hay que confesarse con un Sacerdote si es un hombre como cualquiera y a veces hasta más pecador que el que se confiesa?

Porque esa fue la manera que Jesucristo escogió para perdonar a todo el que quiera ser perdonado.  El Sacerdote es un hombre como cualquier otro –y pudiera ser más pecador que otros- pero él tiene la autoridad venida de Dios.

Es lo mismo que un policía o un fiscal de tránsito.  Son hombres como cualquiera, pero tienen la autoridad y el poder para multarnos o para llevarnos presos. 

¿Por qué cuestionar la forma como Dios dispuso las cosas para nuestro bien? ¿Qué pretendemos? ¿Que se nos perdone sin informar lo que deseamos nos sea perdonado?

Dios ha podido escoger muchas otras maneras para perdonarnos. Podría haber escogido maneras más difíciles o desagradables. Pero escogió ésta: escogió dejarnos el Sacramento de la Reconciliación o Penitencia o Confesión.

Dios, que es infinitamente sabio y misericordioso, sabía que necesitaríamos de la catarsis que significa el poder dejar por completo la culpa en el Confesionario. Al decir los pecados al Sacerdote y oír las palabras del perdón, nuestra alma no sólo queda blanqueada de los pecados cometidos, sino liviana por ya no tener que cargar con el peso de la culpa.

Adicionalmente, la Iglesia ha dispuesto que el Sacramento de la Confesión sea lo menos difícil posible: absolutamente secreto y sin mayores trabas.

¿Para qué, entonces, buscar motivos para seguir en pecado y cargando con el peso de la culpa, en vez de aprovechar la misericordia de Dios y sentirnos livianos, sin carga, en paz, al confesar los pecados al Sacerdote?

14.    ¿Puede el Sacerdote repetir algo de lo que ha oído en Confesión?

Bajo ninguna circunstancia el Sacerdote puede revelar algo de lo que ha conocido en la Confesión.  Ni siquiera puede comunicar a las instancias legales alguna cosa que conozca por la Confesión.

Se han dado casos de Sacerdotes torturados y/asesinados por no revelar el secreto de Confesión.  Así de serio toman los Sacerdotes este sigilo.

15.    ¿Cuáles son los efectos del Sacramento de la Confesión?

La Confesión nos reconcilia con Dios y también con la Iglesia.  Al estar cada uno bien espiritualmente, cerca de Dios, eso redunda en bien de todo el Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia. 

Los efectos del sacramento de la Penitencia son: la reconciliación con Dios y, por tanto, el perdón de los pecados; la reconciliación con la Iglesia; la recuperación del estado de gracia, si se había perdido; la remisión de la pena eterna merecida a causa de los pecados mortales y, al menos en parte, de las penas temporales que son consecuencia del pecado; la paz y la serenidad de conciencia y el consuelo del espíritu; el aumento de la fuerza espiritual para el combate cristiano.  (CIC-C #310) 

La Confesión sí nos libera verdaderamente de la culpa, ésa que tratan de eliminar con tratamientos psicológicos.  

16.    ¿Por qué el Catecismo nos dice que uno de los efectos de la Confesión es la remisión de la pena eterna merecida a causa de los pecados mortales y, al menos en parte, la remisión de las penas temporales que son consecuencia del pecado?  ¿Qué significa esto?

Todo pecado cometido nos acarrea dos cosas:  la culpa y la pena.  La culpa, queda borrada por el arrepentimiento y la Confesión sacramental.  Pero queda la pena temporal.   Es decir, cuando alguien comete un pecado y se arrepiente, Dios le perdona, pero le queda algo pendiente. 

Lo pendiente son las consecuencias de los pecados, por las cuales tenemos que purificar.   Y lo purificamos aquí en la tierra o en el Purgatorio después de la muerte.

17.    ¿Cómo podemos purificar nuestros pecados aquí en la tierra?

La llamada en Teología pena temporal puede reducirse o cancelarse mediante la realización de buenas obras, mediante la oración, por la aceptación cristiana del sufrimiento y, adicionalmente, mediante las Indulgencias.

 18.    ¿Qué son las Indulgencias?

Para entender la doctrina y la práctica de las Indulgencias recordemos que todo pecado acarrea una doble consecuencia: la pena eterna (si el pecado es mortal) y la pena temporal.

La pena eterna consiste en la ruptura de nuestra comunión con Dios y la imposibilidad de acceder a la vida eterna (a la salvación). Esta consecuencia queda subsanada con el arrepentimiento del pecadoo de los pecados y con el Sacramento de la Confesión. (En caso de no poder recibir el Sacramento de la Confesión, un arrepentimiento “perfecto” del o los pecados, puede re-establecer nuestra comunión con Dios y nuestro acceso a la vida eterna).

Sin embargo, permanece aún el castigo o pena temporal de los pecados.  Entonces, la Indulgencia consiste en esto:  cuando alguien comete un pecado y se arrepiente, Dios le perdona, pero le queda algo pendiente. Esa obligación o deuda que nos queda pendiente puede eliminarse total o parcialmente mediante la práctica o la lucración de Indulgencias. 

Las indulgencias son la remisión ante Dios de la pena temporal merecida por los pecados ya perdonados en cuanto a la culpa, que el fiel, cumpliendo determinadas condiciones, obtiene para sí mismo o para los difuntos, mediante el ministerio de la Iglesia, la cual, como dispensadora de la redención, distribuye el tesoro de los méritos de Cristo y de los santos. (CIC-C #312)

 19.    ¿Qué significa que uno obtiene para sí mismo o para los difuntos la remisión ante Dios de la pena temporal merecida por los pecados ya perdonados en cuanto a la culpa?

Significa que uno puede lucrar (ganar), ofrecer la Indulgencia para uno mismo o por algún difunto para ayudarlo en el tiempo de purificación que le haya podido tocar en el Purgatorio.

20.    ¿Por qué Jesús se ocupó tanto de los enfermos?

Jesús quiso mostrar a toda la humanidad cómo es el Amor de Dios.  Y con frecuencia lo mostró en esos momentos en que el hombre es particularmente frágil y se siente necesitado de Dios: cuando está debilitado por alguna enfermedad.

A veces una persona necesita la enfermedad para reconocer que todos –sanos o enfermos- necesitamos a Dios.  

La compasión de Jesús hacia los enfermos y las numerosas curaciones realizadas por El son una clara señal de que con El había llegado el Reino de Dios y, por tanto, la victoria sobre el pecado, el sufrimiento y la muerte.  (CIC-C #314)

21.    ¿Qué significa esto que dice el Catecismo:  Con su pasión y muerte, Jesús da un nuevo sentido al sufrimiento, el cual, unido al de Cristo, puede convertirse en medio de purificación y salvación, para nosotros y para los demás?   (CIC-C #314)

Jesús nos mostró con su Pasión y Muerte el valor redentor del sufrimiento.  Así las enfermedades, como una forma de sufrimiento, pueden ser un medio de purificación y de santificación para el enfermo mismo y para los demás.

22.    ¿Por qué unos se sanan y otros no? 

El Evangelio nos muestra muchas veces a Jesús aliviando el sufrimiento humano, sobre todo curando enfermedades y expulsando demonios (Mc. 1, 29-39).

Y sabemos que a veces Dios sana y a veces no, y que Dios puede sanar directamente en forma milagrosa o indirectamente a través de la medicina, de los médicos y de los medicamentos. Todas las sanaciones tienen su fuente en Dios.

También puede Dios no sanar, o sanar más temprano o más tarde. Y cuando no sana o no alivia el sufrimiento, o cuando se tarda para sanar y aliviar, tenemos a nuestra disposición todas las gracias que necesitamos para llevar el sufrimiento con esperanza, para que así produzca frutos de vida eterna y de redención para el mismo enfermo y para los demás.

23.    ¿Existen curaciones milagrosas hoy en día?

Dios sigue haciendo milagros hoy en día.  Para cada canonización la Iglesia Católica requiere de un milagro comprobado.  Para nombrar sólo un caso de los más recientes: en el proceso de beatificación de la Madre Teresa de Calcuta, se dio a conocer un milagro impresionante, no sólo por la gravedad de la enferma, sino porque la curación tuvo lugar en un asilo de las Misioneras de la Caridad, congregación fundada por ella, sucedió el día aniversario de su muerte, es decir de su llegada al Cielo, y, adicionalmente, habiéndosele colocado a la paciente un escapulario que había estado en contacto con el cuerpo de nuestra futura santa, la Madre Teresa.

El Señor sana y sigue sanando: sana cuerpos y sana almas. No importa el medio que use: puede hacerlo directamente o a través de un instrumento escogido por El ... inclusive a través de médicos y medicinas. Pero sucede que la mayoría de los médicos creen que ellos son los que sanan, sin darse cuenta que también ellos son instrumentos de Dios, pues si Dios, que es soberano, no lo quisiera, tampoco se sanarían sus pacientes.

Sea cual fuere el instrumento físico o humano que aparezca en una sanación, es Dios Quien sana. Y Dios sana a quién quiere, dónde quiere, cuándo quiere y cómo quiere... porque Dios es soberano. Es decir: Dios es dueño de nuestra vida y de nuestra salud. Y nuestra Fe consiste, no sólo en creer que Dios puede sanarnos, sino también en aceptar que El es soberano para sanarnos o no y para escoger el lugar, la forma, el medio y el momento en que nos sanará.

Quien sana es Dios. Y si algún enfermo sana a través de alguna persona, no es porque la persona instrumento del Señor es quien sana:  el enfermo sana  porque es Dios Quien ha actuado.

24.    ¿Por qué la Iglesia cuida de manera especial a los enfermos?

La Iglesia, habiendo recibido del Señor el mandato de curar a los enfermos, se empeña en el cuidado de los que sufren, acompañándolos con oraciones de intercesión. Tiene sobre todo un sacramento específico para los enfermos, instituido por Cristo mismo y atestiguado por Santiago: «¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, que oren sobre él y le unjan con óleo en el nombre del Señor» (St 5, 14-15).  (CIC-C #315)

Por todo esto, desde el principio uno de los rasgos del Cristianismo ha sido el cuidado de los ancianos, de los enfermos y de los necesitados.  El caso del la Madre Teresa que rescataba a los moribundos de las calles de Calcuta, es una persona más en una larga cadena de cristianos que encontraron a Cristo en los más pobres, necesitados y enfermos. 

25.    ¿Quién puede recibir el Sacramento de la Unción de los Enfermos? (CIC-C #316)

El sacramento de la Unción de los enfermos lo puede recibir cualquier fiel que comienza a encontrarse en peligro de muerte por enfermedad o vejez. El mismo fiel lo puede recibir también otras veces, si se produce un agravamiento de la enfermedad o bien si se presenta otra enfermedad grave. La celebración de este sacramento debe ir precedida, si es posible, de la confesión individual del enfermo.

Actualmente el Sacramento de la Unción se administra de manera colectiva una vez al año en las Parroquias y pueden recibirlo enfermos graves, enfermos crónicos, personas mayores de 60 años de edad, o personas que van a someterse a alguna cirugía. 

26.  ¿Cuáles son los efectos de este Sacramento?

El sacramento de la Unción confiere una gracia particular, que une más íntimamente al enfermo a la Pasión de Cristo, por su bien y por el de toda la Iglesia, otorgándole fortaleza, paz, ánimo y también el perdón de los pecados, si el enfermo no ha podido confesarse. Además, este sacramento concede a veces, si Dios lo quiere, la recuperación de la salud física. En todo caso, esta Unción prepara al enfermo para pasar a la Casa del Padre.

Muchos enfermos –o más aún, muchos familiares de enfermos- tienen miedo al Sacramento de la Unción, porque piensan que es una especie de condena de muerte, cuando más bien debe verse como un seguro de vida.

La verdad es que la mayoría de los que están en verdadero peligro de muerte presienten por iluminación divina su gravedad.  Y algunos saben que en ese momento no hay nada más importante que prepararse bien, acercándose al perdón que Jesús les ofrece. 

Así que el mayor servicio que puede hacérsele a un enfermo es llevarlo a un acercamiento más profundo a Dios.  Y en esto es muy importante el Sacramento de la Unción de los Enfermos.

En algunas personas la Unción de los Enfermos trae una verdadera mejoría física.  Pero si ya llegó el tiempo de vida del enfermo aquí en la tierra, la Unción de los Enfermos le otorga el fortalecimiento de su alma para su último viaje.  

27.    ¿Qué es el Viático?

El Viático es la Eucaristía recibida por quienes están por dejar esta vida terrena y se preparan para el paso a la vida eterna. Recibida en el momento del tránsito de este mundo al Padre, la Comunión del Cuerpo y de la Sangre de Cristo muerto y resucitado, es semilla de vida eterna y poder de resurrección.

El Viático es el complemento máximo a la Confesión y la Unción de los Enfermos para el moribundo.

ORACION

Gracias, Jesús, por tus Sacramentos,
esos canales de Gracia
que nos dejaste

para que pudiéramos tener tu Vida,
esa Vida que Tú nos ganaste
con tu Muerte y Resurrección.

Gracias porque perdonas
nuestros pecados, Señor,

y porque dejaste este poder
tan inmenso de tu Misericordia

en los Sacerdotes
en el Sacramento de la Confesión.

Quiero aprovechar la gracias que es, Señor, el poder recibir tu perdón
por boca del Sacerdote. 
Gracias porque perdonas
todos nuestros pecados,
no importa su gravedad,

siempre que nos arrepintamos
y los confesemos.

         Gracias por la atención
de tu Iglesia a los enfermos,

especialmente
el Sacramento de la Unción

para los ancianos y enfermos graves.

Señor, dame la gracia
del arrepentimiento perfecto,

porque no mereces mi rechazo,
Señor mío y Dios mío.

Quiero amarte, Señor,
porque Tú me amas tanto

y deseas que esté unido(a) a Ti.
Amen.



VERDADERO ARREPENTIMIENTO

Los hombros traigo cargados 
de graves culpas, mi Dios;
dadme esas lágrimas vos
y tomad estos pecados.

Yo soy quien ha de llorar,
por ser acto de flaqueza;
que no hay en naturaleza
más flaqueza que el pecar.

Y, pues andamos trocados,
que yo peco y lloráis vos,
dadme esas lágrimas vos
y tomad estos pecados.

Vos sois quien cargar se puede
estas mis culpas mortales,
que la menor destas tales

a cualquier peso excede;

y, pues que son tan pesados
aquestos yerros, mi Dios,
dadme esas lágrimas vos
y tomad estos pecados.

Al Padre, al Hijo, al Amor,
alegres cantad, criaturas,
y resuene en las alturas
toda gloria y todo honor.
Amén.

 

 

Versión resumida de esta lección

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