ATRIBUTOS DIVINOS
OMNIPRESENCIA DE DIOS

“Omnis” viene del latín “todo”. Es así como Omnipresencia significa que Dios está siempre presente en todas partes.

Y cuando decimos que está en todas partes, no es que una parte de Dios esté en un sitio y otra en otro: Dios está Todo El en todas partes.

Entonces, si no podemos hablar de tiempo refiriéndonos a Dios, tampoco podemos hablar de espacio, pues la presencia de Dios no tiene límites.

De allí que el sabio Rey Salomón, en su oración al dedicar el Templo de Jerusalén, exclamara: “Si los cielos invisibles no pueden contenerte, ¿cómo permanecerás en esta Casa que yo te he construido?” (1 Rey. 8, 27)

El santuario de Dios es el infinito. Esto es un gran consuelo. Tal vez lo tomamos como algo ordinario, pero ¿nos damos cuenta de que por la Omnipresencia divina podemos recurrir a Dios en cualquier lugar, pues El está allí donde nosotros estemos? En cualquier parte de nuestro mundo Dios está con todos y cada uno de nosotros, para ayudarnos, para compadecerse de nosotros, para que nos refugiemos en El, para comunicarnos con El en oración.

Es así entonces como no hay un sitio donde Dios no esté. El mismo nos lo dice en la Biblia: “Los ojos de Yavé están en cualquier lugar, observan a los malos y a los buenos” (Prov. 15, 3).

Pero si la Omnipresencia divina es un consuelo para nosotros, también es un aviso. Dios lo ve todo, lo observa todo … hasta nuestros más ocultos pensamientos, deseos e intenciones: buenos y malos. Y además los conoce desde siempre, antes de que tengan lugar en nuestro presente. Y no hay caso en tratar de escapar a su presencia. Bien lo dice el Salmista:

ORACION

1 “Señor, tú me examinas y conoces,

2 sabes si me siento o me levanto,
Tú conoces de lejos lo que pienso.

3 Ya esté caminando o en la cama me escudriñas,
eres testigo de todos mis pasos.

4 Aún no está en mi lengua la palabra
cuando ya tú, Señor, la conoces entera.

5 Me aprietas por detrás y por delante
y colocas tu mano sobre mí.

6 Me supera ese prodigio de saber,
son alturas que no puedo alcanzar.

7 ¿A dónde iré lejos de tu espíritu,
a dónde huiré lejos de tu rostro?

8 Si escalo los cielos, tú allí estás,
si me acuesto entre los muertos,
allí también estás.

9 Si le pido las alas a la aurora
para irme a la otra orilla del mar,

10 también allá tu mano me conduce
y me tiene tomado tu derecha.

11 Si digo entonces:
"¡Que me oculten, al menos, las tinieblas
y la luz se haga noche sobre mí!"

12 Mas para ti ni son oscuras las tinieblas
y la noche es luminosa como el día.

13 Pues eres tú quien formó mis riñones,
quien me tejió en el seno de mi madre.

14 Te doy gracias por tantas maravillas,
admirables son tus obras
y mi alma bien lo sabe.

15 Mis huesos no te estaban ocultos
cuando yo era formado en el secreto,
o bordado en lo profundo de la tierra.

16 Tus ojos veían todos mis días,
todos ya estaban escritos en tu libro
y contados antes que existiera uno de ellos”.

(Sal. 138, 1-16)

 

Si Dios nos conoce con ese conocimiento infinito y detallado, ¿nos damos cuenta, entonces, que nuestros pecados los cometemos en presencia de Dios? Si nos avergonzamos de nuestros pecados ante nuestros semejantes, ¿cómo no avergonzarnos ante Dios que todo lo ve? ¿Cómo pretender escondernos de El para pecar?

Lo dice también el Profeta Jeremías: “¿Puede un hombre esconderse en un escondite sin que Yo lo vea? El cielo y la tierra ¿no los lleno Yo?, dice Yavé?” (Jer. 23, 24).

Cuando San Pablo en Atenas, sintiendo gran malestar, pues la ciudad estaba llena de ídolos, al serle requerida una explicación a sus enseñanzas por parte de filósofos griegos, comienza a hablarles del “Dios desconocido”, al que los atenienses –en medio de tantos ídolos- también habían dedicado un altar, en ese famoso discurso en el Areópago proclama:

“El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él, siendo Señor del Cielo y de la tierra, no vive en santuarios fabricados por hombres … En realidad Dios no está lejos de cada uno de nosotros, pues en El vivimos, nos movemos y existimos” (Hech. 7, 24 y 28).

Nos está hablando el Apóstol de los Gentiles precisamente de la Omnipresencia de Dios, presencia divina que es indispensable para que podamos vivir, movernos y existir. Es decir, Dios nos da el ser y también nos lo conserva, ya que su presencia está en todo lo creado.

Como resumen de lo que significa la Omnipresencia de Dios, tomemos este breve párrafo de la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino:

“Dios está en todas partes:

  • por potencia, en cuanto a que todos están sometidos a su poder;

  • por presencia, en cuanto a que todo está patente y como desnudo a sus ojos;

  • por esencia, en cuanto está en todos como causa de su ser.”

Ahora bien, además de esta presencia común y natural de Dios en todo lo creado, mediante la cual nos mantiene vivos, nos tiene ante su mirada divina y nos somete a su poder infinito, se dan otros tipos de presencia divina sobrenaturales, a saber:

  • Presencia de inhabitación en el alma:

“¿No saben ustedes que son Templo de Dios, y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?” (1 Cor. 3, 16).

Es una presencia especial de Dios en el alma que participa de la gracia divina, y en virtud de esta participación, habita en ella en forma sobrenatural la Santísima Trinidad.

Ahora bien, en los seres que no están en gracia, Dios está presente solamente dándoles el ser. Y esto es así porque el pecador no permite que la gracia divina lo penetre, está cerrado a la vida de Dios en su alma. Su alma está muerta en vida, es decir, está muerta a la vida sobrenatural, aunque tiene vida natural.

 

 
    • Presencia Personal o Hipostática:

Esta presencia se da solamente en Jesucristo. Es lo que se denomina en Teología “Unión Hipostática”: la humanidad de Jesucristo y la divinidad de Dios unidas. Por medio de esta unión, Jesucristo es verdadero Dios y verdadero Hombre.

  • Presencia Sacramental o Eucarística:

Es la presencia real de Jesucristo, con todo su Ser de Hombre y todo su Ser de Dios, en la Eucaristía, bajo las especies de pan y de vino.

  • Presencia de Visión Beatífica:

Es la presencia propia del Cielo. Si bien Dios está presente en todas partes, no en todas partes se deja ver. Sólo en el Cielo lo veremos tal cual es.

“Ahora vemos como en un mal espejo y en forma confusa, pero entonces será cara a cara. Ahora solamente conozco en parte, pero entonces le conoceré a El como El me conoce a Mí” (1 Cor. 13, 12-13).

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Tema # 11
Conocer a Dios

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Omnisciencia
de Dios

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