Cómo ser salvo?

SEÑALES EN EL CAMINO
DE SALVACIÓN

9ª Señal
Amor, aprecio y obediencia
a la Iglesia


28. ¿Cuáles son las religiones que existen en la actualidad y
cómo se originaron? 


Ver Gráfico Religiones:

Como evidencia este gráfico y la experiencia o conocimiento que podamos tener sobre otras religiones, muchas de éstas creen y enseñan cuestiones contradictorias.  Así que no todas enseñan verdades y ninguna tiene la plenitud de la Verdad que está en la Iglesia que Cristo dejó fundada, a la que aseguró que estaría con ella hasta el fin del mundo, precisamente para protegerla del error contra la Verdad.

Hay buenas personas en todos los grupos religiosos que buscan sinceramente a Dios.  Dios les premiará esa bondad y esa búsqueda de El.  Pero su bondad y sinceridad no pueden cambiar lo que no está objetivamente enraizado en la Verdad.

.       Pero … se oye decir cosas como éstas:  ésta es mi verdad – yo respeto tu verdad – tú tienes tu verdad y yo la mía.  ¿Serán correctas esas afirmaciones?  ¿Son posibles varias verdades a la vez?

Veamos primero: ¿qué es la Verdad?  ¿puede haber dos verdades contradictorias:  la tuya, la mía, la de ellos, la de Dios ...?  

Si nos fijamos bien, realmente no.  Lo que sucede es que nuestra época está influenciada por el relativismo, condenado fuertemente por Benedicto 16.  Desde su primera homilía como Papa, Benedicto nos habló de la “dictadura del relativismo”. 

El relativismo nos lleva a que cada uno pretenda diseñarse su verdad. 

Si unes a esto la defensa a ultranza de una libertad mal entendida, hablar de “verdades diferentes” en realidad es una forma coloquial de expresar la aceptación de “creencias” diversas -mas no “verdades”- de otros.

Esa actitud de tolerancia es necesaria –y hasta buena y conveniente- para la convivencia.   Pero, realmente, la “verdadera” Verdad no puede aceptar una supuesta verdad opuesta, pues esta última NO puede ser verdad.

Vayamos al diccionario:  Verdad es juicio o proposición que no se puede negar racionalmente.   

Entonces ...

.      tolerancia de creencias:  OK.
.    aceptación de “verdades” que son errores o falsedades:  NO.
.   negociación de varias “verdades” contrarias para llegar a un acuerdo de “verdad”: IMPOSIBLE

Así que, aunque podamos parecer intolerantes:  la Verdad es una sola.  Las “creencias” sí pueden ser muy variadas y hasta opuestas.  Y Dios nos dio la libertad para creer lo que queramos  creer, pero también nos dio el secreto para ser realmente libres:  “Ustedes serán mis verdaderos discípulos si guardan siempre mi Palabra; entonces conocerán la Verdad, y la Verdad los hará libres” (Jn. 8, 31-32).

.      ¿Puede alguien salvarse fuera de la Iglesia que Cristo fundó?

El Catecismo de la Iglesia Católica (#774-776), siguiendo la enseñanza milenaria de la Iglesia y citando al Concilio Vaticano II, nos recuerda que la Iglesia Católica es “instrumento de salvación universal” (LG 9).  Y añade el Catecismo en su resumen de este tema:  “La Iglesia es, en este mundo, el sacramento de la salvación, el signo y el instrumento de la comunión con Dios y entre los hombres” (CIC #780).

Esta ha sido la posición de la Iglesia desde sus comienzos y durante sus dos milenios de existencia.  Sin embargo, si bien en forma general se dice que es necesaria la pertenencia a la Iglesia Católica para la salvación, el Catecismo explica lo siguiente en un capítulo que titula “Fuera de la Iglesia no hay salvación”:

Entendida esta afirmación “de modo positivo significa que toda salvación viene de Cristo-Cabeza por la Iglesia que es su Cuerpo”.  Es decir, quien se salve, dentro o fuera de la Iglesia, se salva por la gracia de Cristo y a través de su Iglesia.  

Sin embargo, la Iglesia enseña que la persona que, sin culpa alguna de su parte, no conoce a Cristo y su Iglesia, pero que sinceramente busca a Dios y, bajo el influjo de la gracia, se esfuerza por seguir su Voluntad, conocida por la voz de su conciencia, puede obtener la salvación eterna.  (cf. CIC-C #171)

“De todos modos, se encuentran en una situación deficitaria si se compara con la de los que en la Iglesia tienen la plenitud de los medios salvíficos” (JP II, 28-1-2000).

Sabemos que Cristo dejó bien especificada la necesidad de la fe y el bautismo para la salvación:  “El que crea y se bautice se salvará. El que se resista a creer se condenará” (Mc. 16,16). Además, instituyó su Iglesia como instrumento de salvación, en la que entramos a formar parte desde el momento de nuestro Bautismo.

De allí que no podrían salvarse aquéllos que, sabiendo que Cristo (Dios) fundó su Iglesia como necesaria para la salvación, sin embargo no hubieran querido entrar a ella o hubieran escogido separarse de la misma. (cf. CIC #846)

¿Quién es que no sabe que Cristo fundó SU Iglesia?  Una cosa es no creerlo  y otra cosa es no saberlo.

Aclaremos un poco más: para todos aquéllos que rechazan la doctrina de Cristo, que evaden la pertenencia a la Iglesia, o que se separan formalmente o informalmente de ella, que es el instrumento de salvación que Dios mismo nos ha dejado, y esto lo hacen con pleno conocimiento y con pleno consentimiento, ponen en grave peligro su salvación eterna.

Pero existe la posibilidad de salvación para muchas personas fuera de la Iglesia de Cristo.  Por ejemplo, aquéllos que vivieron antes de Cristo y que no formaron parte del pueblo de Israel, que era la prefiguración de la Iglesia en el Antiguo Testamento.  Igualmente también tenían y tienen posibilidad de salvación los que no conocieron o no conocen de Cristo y de su Iglesia.  ¿Qué decir, por ejemplo de los aborígenes de América que vivieron antes de la evangelización?

.      Entonces, ¿qué sucede con las personas que pertenecen a otras religiones?

   Otro documento del Vaticano II también toca este tema.  Al hablar de nuestra futura resurrección dice así el Concilio:   “Esto (la salvación, resurrección) vale no solamente para los cristianos, sino también para todos los hombres de buena voluntad, en cuyo corazón obra la gracia de modo invisible.  Cristo murió por todos, y la vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, la divina.  En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este misterio pascual” (Vat.II, GS 22). 

Sin embargo el documento más reciente y más amplio que ha emitido la Iglesia Católica sobre este tema es la DECLARACIÓN “DOMINUS IESUS” del año 2000.  He aquí lo que dice al respecto:

“En conexión con la unicidad y la universalidad de la mediación salvífica de Jesucristo, se debe creer firmemente como verdad de fe católica la unidad de la Iglesia por El fundada.  Los fieles están obligados a profesar que existe una continuidad histórica entre la Iglesia fundada por Cristo y la Iglesia Católica.  En efecto, la única Iglesia de Cristo ‘subsiste en la Iglesia Católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él’ (Vat. II, Lumen Gentium #8).

“En relación a la existencia de numerosos elementos de santificación y de verdad fuera de su estructura visible en las Iglesias y Comunidades eclesiales que no están todavía en plena comunión con la Iglesia Católica, es necesario afirmar que su eficacia ‘deriva de la misma plenitud de gracia y verdad que fue confiada a la Iglesia Católica’ (Vat. II, Unitatis et redintegratio #3).

“Las Iglesias que no aceptan la doctrina católica del primado del Obispo de Roma ( se esta refiriendo a la Iglesia Ortodoxa) permanecen unidas a la Iglesia Católica por medio de estrechísimos vínculos, como la sucesión apostólica y la Eucaristía válidamente consagrada.  Por eso, también en estas Iglesias está presente y operante la Iglesia de Cristo, si bien falte la plena comunión con la Iglesia Católica.

Por el contrario, las comunidades eclesiales que no han conservado el episcopado válido y la genuina e íntegra sustancia del misterio eucarístico, no son Iglesia en sentido propio;  sin embargo, los bautizados en estas comunidades han sido incorporados por el Bautismo a Cristo y, por lo tanto, están en una cierta comunión, si bien imperfecta con la Iglesia Católica.  ‘Por consiguiente, aunque creamos que las Iglesias y comunidades separadas tienen sus defectos, no están desprovistas de sentido y de valor en el misterio de la salvación, porque el Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de ellas como medios de salvación’ (Vat. II, Unitatis redintegratio #3)”.

 Sobre la Iglesia y las religiones
en relación a la salvación:

“Ante todo debe ser firmemente creído que la ‘Iglesia peregrinante es necesaria para la salvación, pues Cristo es el único Mediador y el camino de salvación presente a nosotros en su Cuerpo, que es la Iglesia’ (Vat.II, LG #14).  Esta doctrina no se contrapone a la voluntad salvífica universal de Dios;  por tanto, ‘es necesario mantener unidas estas dos verdades, o sea, la posibilidad real de la salvación en Cristo para todos los hombres y la necesidad de la Iglesia en orden a esta misma salvación’ (RM #9)”

“Para aquéllos que no son formal y visiblemente miembros de la Iglesia, ‘la salvación de Cristo es accesible en virtud de la gracia, que, aun teniendo una misteriosa relación con la Iglesia, no les introduce formalmente en ella, sino que los ilumina de manera adecuada en su situación interior y ambiental.  Esta gracia proviene de Cristo; es fruto de su sacrifico y es comunicada por el Espíritu Santo’ (RM # 10).”

“Sobre el modo en que la gracia salvífica de Dios llega a los individuos no cristianos, el Concilio Vaticano II se limitó a afirmar que Dios la dona ‘por caminos que El sabe’ (Vat. II, Ad gentes #7)”.  La teología está tratando de profundizar este argumento.  Sin embargo, queda claro que sería contrario a la fe católica considerar que la Iglesia Católica sería un camino más de salvación que vendría a ser complementado por otras religiones”.

“Ciertamente, las diferentes tradiciones religiosas contienen y ofrecen elementos de religiosidad, que forman parte de ‘todo lo que el Espíritu obra en los hombres y en las historia de los pueblos, así como en las culturas y religiones’ (Redemptoris misio #29).  A ellas, sin embargo, no se les puede atribuir un origen divino ni una eficacia salvífica ex opere operato, que es propia de los sacramentos cristianos.  Por otro lado, no se puede ignorar que otros ritos no cristianos, en cuanto dependen de supersticiones o de otros errores (cf. 1 Cor. 10, 20-21), constituyen más bien un obstáculo para la salvación”.

En conclusión:

El Espíritu Santo, que es el Espíritu de Cristo enviado por el Padre, actúa en modo salvífico tanto en los cristianos como en los no-cristianos y lo hace de manera misteriosa.  Pero sabemos que todo aquél que se salva, se salva por los méritos y por la gracia de Cristo, no por sus propios medios, ya que la voluntad de Dios de que todos los hombres se salven, se nos ofrece y de hecho se cumple, por la encarnación de Dios en la persona de Jesucristo y por los méritos de su pasión, muerte y resurrección.

Dicho esto de que algunos puedan salvarse fuera de la Iglesia de Cristo, los católicos no estamos excusados de cumplir el mandato de Jesucristo de evangelizar, pues todos los seres humanos, pertenecientes o no a otras religiones, están llamados a formar parte de la Iglesia Católica, instrumento de salvación universal que el mismo Cristo nos dejó.

.      ¿Todos los Católicos se salvarán?

Tampoco significa todo esto que los que pertenecemos a la Iglesia Católica estamos automáticamente salvados por el hecho de pertenecer a ella.  Es necesaria nuestra cooperación a las gracias que nos vienen de Cristo a través de su Iglesia y que el Espíritu Santo derrama continuamente sobre cada uno de nosotros.

Es importante notar que es verdad teológica, basada en la Sagrada Escritura, que los seres humanos tenemos todas las gracias necesarias -y muchas más- para salvarnos.

“Te basta mi gracia” (2 Cor. 12, 9). “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rm. 5, 20).

Aprovechar todas esas gracias de salvación que se encuentran a plenitud y en sobreabundancia en la Iglesia Católica, especialmente en los Sacramentos, es ya opción de cada católico.

En efecto, dice el Catecismo:  “Los Sacramentos obran ex opere operato (por el hecho mismo de que la acción es realizada),  es decir, en virtud de la obra salvífica de Cristo, realizada de una vez por todas ... Sin embargo, los frutos de los Sacramentos dependen también de las disposiciones del que los recibe” (CIC #1128).

 

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