Cómo ser salvo?

SEÑALES EN EL CAMINO
DE SALVACIÓN

7ª Señal
Amor a la Sagrada Eucaristía

La Santa Misa y nuestra salvación

8.    ¿Qué relación tiene la Santa Misa con nuestra salvación?

Cristo, el Salvador prometido en el Paraíso, muere por nosotros para darnos Vida Eterna.

En esto consiste nuestra salvación:  Cristo anuncia en la Ultima Cena su sacrificio para salvarnos, pues dice que al día siguiente su Cuerpo será entregado y su Sangre será derramada para el perdón de los pecados.

Y todo este sacrificio de Jesús es para nuestra redención: todo esto por mí y para mí.  Y esta Nueva Alianza es perfecta, puesto que Jesús nos redime de nuestros pecados y nos asegura para siempre el acceso a Dios y la posibilidad de vivir unidos a El, mediante la recepción de su Cuerpo y de su Sangre en la Comunión, Sacramento de salvación que nos dejó instituido en el primer Jueves Santo de la historia.

Cristo es el Cordero que Dios prometió proveer después del sacrificio de Isaac en el Monte Moria, que es el mismo sitio del Calvario.

¡Cristo es el verdadero Cordero que quita el pecado del mundo!  ¡Cristo es la promesa del Salvador que hizo Dios a Adán y Eva!   Y nos salva derramando su Sangre, muriendo en la Cruz y resucitando. 

¡¡¡Y eso lo conmemoramos en cada Misa!!!


.    Detallemos un poco más lo que el Catecismo nos dice sobre la Misa.

Se ha dicho siempre que la Santa Misa es la oración por excelencia.   Sin embargo el Catecismo de la Iglesia Católica trae consideraciones sobre la Misa, que son tal vez novedosas, pero no son nuevas en la enseñanza de la Iglesia, las cuales explican con más claridad el sentido y la grandeza de la Santa Misa.

Sabemos que la Misa es el sacrificio de Cristo en la Cruz.  Pero el Catecismo nos explica que, a pesar que el Misterio Pascual, es decir, la Última Cena, la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, fueron hechos que tuvieron lugar en nuestra historia, estos hechos son distintos a otros eventos históricos.

¿Cuál es la diferencia?

Cualquier hecho histórico sucede una vez y después pasa y es relegado al pasado.  (cf. CIC #1084)

Pero el Misterio Pascual no puede quedarse sólo en el pasado, porque todo lo que Cristo es y lo que Cristo hizo y sufrió por la humanidad participa de la divinidad eterna, y por eso trasciende todos los tiempos, estando presente en todo momento.  (cf. CID #1084)

Esto es complicado de asumir, porque es un misterio.  Pero es sumamente importante, porque el Sacrificio del Calvario no se repite cada vez que hay una Misa.  (Esta, por cierto, es una acusación y argumentación que los Protestantes esgrimen erróneamente para atacar la Santa Misa).

Lo de trascender el tiempo significa que en cada Misa “se hace presente el único sacrificio de Cristo”  (CIC # 1330).

Esto es parte del misterio de la Misa que debe asombrarnos cada día, para que podamos evitar el acostumbrarnos a la Misa o convertirla en rutina, tomando como un derecho adquirido el estar en Misa cada día.

Es que si nos fijamos bien, es un misterio inmenso el que cada Misa no sólo recuerda los eventos que nos trajeron la salvación, sino que –de veras- los hace presente:  nos lo trae a nuestro tiempo y espacio.

Veamos.  El sacrificio de Cristo en la Cruz siempre está presente ante el Padre Celestial, porque Dios vive en un eterno presente.  Entonces ese evento sacrificial que la Trinidad vive de manera perenne, se nos hace presente en nuestro momento y lugar, cada vez que estamos en Misa.

¿Nos damos cuenta, entonces, que en cada Misa estamos en la Ultima Cena, estamos en el Calvario, estamos en el Cielo y estamos en la Misa en que participamos?  ¿Nos damos cuenta de este milagro que se sucede cada vez que estamos en Misa?  ¿Nos damos cuenta de este privilegio?

En realidad hay una sola Liturgia Eucarística eterna, hay una sola Misa, y ésta tiene lugar en el Cielo de manera continua … todo el tiempo.

Cuando estamos en la Iglesia en Misa, estamos encerrados en nuestro propio tiempo y espacio, y solemos pensar que estamos sólo allí, unidos al Sacerdote y con los demás para ofrecer nuestra Misa particular.  Pero en realidad Cristo nos está invitando a traspasar el velo del tiempo, para elevarnos fuera de nuestro tiempo hasta el eterno presente divino, al santuario del Cielo, donde El nos lleva a la presencia del Padre (cf. Hb. 10, 19-21).

Por eso el Catecismo explica que lo que sucede es que realmente nuestra liturgia terrenal “participa de la liturgia celestial” (CIC #1088 y #1090).  No estamos solamente asistiendo a Misa, estamos unidos con Cielo y tierra celebrando esa única Liturgia eterna.

Este hecho nos lo recuerda especialmente el final de el Prefacio en cada Misa:  unidos a los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria.  Y la respuesta es:  Santo, Santo, Santo.  Y esa respuesta no es sólo mi canto de alabanza:  ¡es que estoy uniéndome al canto eterno de los Ángeles y Santos!

Es lo que nos informa el Apocalipsis de la Liturgia del Cielo:  Y no cesan de repetir día y noche:  Santo, Santo, Santo, es el Señor Dios, el Todopoderoso” (Ap 4, 8).

Si captamos esto de veras podemos darnos cuenta que no estamos orando solamente con los que nos acompañan en cada Misa.  La Misa es la experiencia de unidad más completa que hay, porque oramos junto con toda la Iglesia, pero no sólo con la Iglesia en toda la tierra, sino también la Iglesia del Cielo.

“La celebración litúrgica
no es un acto social,
un buen acto social;
no es una reunión de los creyentes
para rezar juntos.

Es otra cosa.
En la liturgia, Dios está presente”,
pero es una presencia más cercana.

En la Misa, de hecho,
“la presencia del Señor es real,
justamente real”.


“Cuando nosotros celebramos la Misa,
no hacemos una representación
de la Última Cena:

no, no es una representación.

Es otra cosa:
¡es justamente la Última Cena!

Es justamente vivir de nuevo
la Pasión y la muerte
redentora del Señor.

Es una teofanía:
el Señor se hace presente sobre el altar
para ser ofrecido al Padre
para la salvación del mundo.

(de la Homilía del Papa Francisco 10-2-14)

 

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