Cómo ser salvo?

SEÑALES EN EL CAMINO
DE SALVACIÓN

6ª Señal
Amor al prójimo


4.      ¿Quién es mi prójimo?  ¿Cómo amarlo?  ¿Cómo cumplir el mandato antiguo -amarás a tu prójimo como a ti mismo- que Jesús nos recuerda?

Prójimo = próximo

Sin embargo, en el ejercicio de la Caridad, debemos saber que nuestro prójimo es aquél que el Señor nos presenta en nuestro camino.  Puede estar más o menos próximo.  Puede ser un familiar, pero puede ser también un extraño, como bien nos lo explica Jesucristo en la parábola del Buen Samaritano (cf. Lc. 10, 25-37).

Pero aún desde el comienzo de su Vida Pública en el Sermón de la Montaña (Mt. 5) Jesucristo da la pauta de lo que sería la enseñanza que El venía a dar.  Deja claramente establecido que no ha venido a abolir la Ley antigua, sino a perfeccionarla.  Y los perfeccionamientos que introduce están basados más en el amor que en el cumplimiento de la Ley antigua.

Por eso San Juan nos recuerda que el amor a los hermanos lo planteó Jesús desde el comienzo:  Debemos amarnos unos a otros, pues este es el mensaje que ustedes han oído desde el comienzo. (1 Jn 3, 11)

Y atención:  el prójimo podría ser hasta un enemigo.  Sí.  Es uno de los perfeccionamientos que Jesús hizo a la Ley antigua.  Una verdadera novedad.

Ustedes han oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo y no harás amistad con tu enemigo.»   Pero Yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores.  (Mt 5, 43-44)

¿Mmmm?  ¿Estamos oyendo bien?”, dirían los oyentes del Sermón de la Montaña.

Porque enemigos para los oyentes de Jesús en aquel momento eran los romanos que sometían brutalmente a los judíos.

Y nosotros ¿quiénes son nuestros enemigos hoy?  …

Y Jesús no se queda allí, sino que detalla:

Al que te golpea en una mejilla, preséntale también la otra. (Mt 5, 39)  Traten a los demás como quieren que ellos les traten a ustedes. (Mt 7. 12)

Y Jesús no estaba hablando de situaciones imaginarias:  muchos de sus oyentes habrían sufrido algún tipo de abuso de alguna autoridad romana.  Hay situaciones similares hoy en día ¿no?

Pero la venganza y la violencia no forman parte del mensaje de Jesús.  Y ¿ese mensaje fue sólo para los judíos que lo escuchaban en ese momento o tiene vigencia hoy?

Ustedes han oído que se dijo ‘ojo por ojo y diente por diente’ … y ama a tu prójimo y guarda rencor a tu enemigo …  Pero Yo les digo:  amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores. (Mt 5, 39-44)

Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada a cambio. Entonces la recompensa de ustedes será grande, y serán hijos del Altísimo, que es bueno con los ingratos y con los pecadores. (Mt 5,  42 y  45)

¿Cómo es la cosa? … Es muy clara:  para ser hijo de Dios hay que imitar su Misericordia.  Es que el mensaje central del Sermón de la Montaña, la carta magna del Reino, es la Misericordia.

Lo que plantea Jesús es el perdón, la reconciliación, hacer el bien aún a los enemigos, no devolver mal por mal, sino mostrar Misericordia a todos.

El sufrió y murió también por sus enemigos:  “Meditemos profundamente sobre el amor de Cristo nuestro Salvador, ‘que ha amado a los suyos hasta el extremo’ (Jn 13,1), hasta el punto que por su bien, voluntariamente, sufrió una muerte dolorosa y manifestó el máximo grado de amor que puede existir.  Pues Él mismo dijo: "No hay amor más grande que el que da su vida por sus amigos" (Jn 15, 13).  Sí, este es el amor más grande que jamás se haya demostrado. Y sin embargo, nuestro Salvador nos dio uno mayor por que dio esta prueba de amor igual para sus amigos y sus enemigos.”
(Santo Tomás Moro (1478-1535) Tratado sobre la Pasión)  

Y hay algo que poco se piensa:  el buen trato a los enemigos, aparte de hacernos hijos de Dios, tiene una finalidad práctica:  hacer que nuestros enemigos se hagan amigos de Cristo y amigos nuestros, y puedan también llegar a ser hijos de Dios.

Jesús continúa con la exigencia del amor a los demás:   al antiguo precepto de “No matarás”, de la Antigua Alianza, en la Nueva Alianza  agrega el insulto, la ira, la agresión, el desprecio, el resentimiento contra alguien.

Y explica con más detalle: “Cuando vayas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda”.  (Mt 5, 23-24)

Y ... ¿hacemos esto?  Cuando vamos a Misa y a comulgar ¿hemos perdonado realmente a los que nos han hecho daño?  ¿Hemos pedido perdón a quien hemos ofendido?  ¿Nos hemos liberado de los resentimientos que tenemos contra los demás?

El Rito de la Paz que se realiza justo antes de la Comunión indica precisamente esto a que se refiere el Señor.  Pero …  ¿nos damos “fraternalmente” la Paz, como indica el Celebrante?

En ese momento las personas que tenemos “próximas” representan al “prójimo”, al “hermano” de que nos habla el Señor.  Y ese gesto no significa un saludo banal, sino algo muy concreto y exigente:  que no tenemos nada contra nadie, que nuestro corazón está limpio de rencor, de resentimiento y que, por tanto, puedo comunicar la Paz que Cristo nos da.

Sólo así, reconciliados plenamente con el hermano, podemos entonces comulgar y “presentar nuestra ofrenda”, en las condiciones que el Señor nos indica.

 

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