Retiros Católicos

RETIRO DE PENTECOSTES 2013

Dice el Papa Francisco (8-5-13):
Sólo el Espíritu Santo
es capaz de decirnos al corazón
que Dios es
“Padre y nos ama como verdadero papá;

nos ama verdaderamente”.

¿Nos damos cuenta de este privilegio: 
llamar a Dios “Padre”?

Y no sólo llamarlo Padre, sino saber
que de veras somos SUS hijos?

La palabra “PADRE”. ¿Qué significa que Dios es nuestro PADRE? Pensemos bien ... Dios es ciertamente nuestro Creador: somos sus creaturas.  Pero ¿hijos? ... ¿Por qué somos hijos de Dios?

El Bautismo nos hace hijos de Dios. Pero ... ¿los seres humanos tenemos derecho a ser hijos de Dios?

¿Por qué, entonces, sin tener derecho somos hijos de Dios y podemos llamar a Dios “PADRE”? ¿Nos damos cuenta de este privilegio: poder llamar a Dios “PADRE”?

¡Necesitaremos toda la eternidad para agradecerlo!

Podemos llamar a Dios PADRE, porque Jesucristo cuando nos redimió con su muerte en la cruz, nos dio ese regalo adicional, digamos.  No le bastó con rescatarnos del pecado y de la muerte, del poder del Demonio, sino que nos ha dado a su Padre para que sea Padre nuestro.

Dios es PADRE de Jesucristo. Pero Jesucristo, que nos ama infinitamente –igual que el Padre nos ama- nos consiguió el derecho –que no merecemos- de ser nosotros también hijos de Dios, hijos de SU Padre.

Es algo que tenemos que meditar, reflexionar y agradecer constantemente, porque es un verdadero privilegio.

Continúa el Papa:
El Espíritu Santo “nos dice
que somos amados por Dios como hijos,
que podemos amar a Dios como sus hijos
y que con su gracia
podemos vivir como hijos de Dios,
como Jesús”.

San Pablo lo sintetiza con estas palabras: (Rom 8,14-17).
«Todos los que son conducidos
por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.

Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor,
sino el espíritu de hijos adoptivos,
que nos hace llamar a Dios ‘Padre’.

El mismo Espíritu se une a nuestro espíritu
 para dar testimonio de que somos hijos de Dios.
Si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios
y coherederos de Cristo, porque sufrimos con Él para ser glorificados con Él»

¡Más privilegiados aún!  Porque, como hijos adoptivos, tenemos la misma herencia que el Hijo Único, Jesucristo.  La herencia es el cielo y la gloria.  Somos coherederos de Cristo para ser glorificados con El.

Continúa el Papa:
Podemos escuchar al Espíritu Santo
que nos dice:
Dios te ama, te quiere.

Y nosotros, ¿escuchamos al Espíritu Santo?
¿Qué cosa nos dice el Espíritu Santo!
Dios te ama: ¡nos dice esto!
Dios te ama, te quiere.

Y nosotros, ¿pensamos según Dios?
¿Actuamos según Dios?

O ¿nos dejamos guiar
por tantas otras cosas que no son Dios?

¿Amamos verdaderamente a Dios
y a los demás, como Jesús?”

“Dejémonos guiar por el Espíritu Santo.
Dejemos que Él nos hable al corazón
y nos diga esto:
que Dios es amor, que Él nos espera siempre,
que Él es el Padre
y nos ama como verdadero Papá;
nos ama verdaderamente.
Sólo el Espíritu Santo dice esto al corazón.
Sintamos al Espíritu Santo,
escuchemos al Espíritu Santo

y vayamos adelante por este camino
del amor, de la misericordia, del perdón”.

Continúa el Papa con una imagen del Evangelio
para referirla al Espíritu Santo:

El hombre “es como un caminante que,
atravesando los desiertos de la vida,
tiene sed de un agua viva, fluyente y fresca,
capaz de refrescar en profundidad su deseo profundo de luz,
de amor, de belleza y de paz.
¡Todos sentimos este deseo!

Y Jesús nos da esta agua viva:  
ella es el Espíritu Santo,

que procede del Padre y que Jesús
vierte en nuestros corazones”.
“El “agua viva”, el Espíritu Santo,
que toma morada en nosotros,
nos purifica, nos ilumina, nos renueva,
nos transforma

porque nos hace partícipes de la vida misma
de Dios que es Amor.

Santa Teresa usa la imagen del agua viva para referirse al don de oración, al don de la contemplación.  ¿Estarán en contradicción Francisco y Teresa?

De ninguna manera:  es que el Espíritu Santo, no sólo es Maestro de Oración, sino que El es la oración en nosotros.  El ora en nosotros.  ¿No nos dice la Biblia que ora con gemidos inefables cuando no sabemos cómo orar?

Cuando buscamos con sinceridad darnos al Señor en la oración de recogimiento, es el Espíritu Santo quien actúa, primero para ayudar a recogernos y luego para derramar sus gracias de toda índole:  gracias, dones, virtudes, bienaventuranzas, carismas, etc.

Concluye el Papa:
 La vida del cristiano está animada
por el Espíritu, dice San Pablo,
y de sus frutos, que son
‘amor,  alegría y paz, magnanimidad,
afabilidad, bondad y confianza,
mansedumbre y temperancia’”.

Buena lista para un examen de conciencia a ver cómo vamos  progresando en la vida espiritual.  Porque si dejamos al Espíritu Santo actuar en nuestra vida, debemos ir dando frutos:  ésos son los frutos. Como frutos, se van dando poco a poco, pero van creciendo.

Si somos tristes y quejosos (Sr o Sra Lamento, llamó el Papa a éstos) en vez de andar contentos, satisfechos;  si no somos generosos, sino egoístas, pensando primero en nosotros; si no tenemos paz, si no somos amables, afables, magnánimos al comprender a los demás, si no somos mansos y humildes, si no tenemos control de nosotros mismos (templanza), si no tenemos confianza en Dios, etc. … nuestra vida espiritual no anda muy bien, tal vez anda muy mal.

“El Espíritu Santo nos enseña
a mirar con los ojos de Cristo,
a vivir la vida como la ha vivido Cristo,
a comprender la vida como
la ha comprendido Cristo”.

Esta es la verdadera medida del crecimiento espiritual:  ver nuestra vida, nuestro entorno, nuestras situaciones a la manera de Dios.  Significa el tener puestos “los anteojos de Dios” (para expresarlo de manera gráfica) para juzgar las cosas.

Esa es la señal inequívoca de que vamos bien en el vida espiritual.  Por cierto, en eso consiste la Sabiduría, que es uno de los Dones del Espíritu Santo.

¿QUIÉN ES EL ESPIRITU SANTO?

El Espíritu Santo es nada menos que el Espíritu de Dios; es decir, el Espíritu de Jesús y el Espíritu del Padre.  El es la presencia de Dios en medio de nosotros los hombres: “Mirad que estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 20).

EL ESPIRITU SANTO COMO BRISA

El es como una suave brisa que sopla donde quiere (Jn. 3, 8).  Ahora bien, si el Espíritu Santo es la brisa, nosotros debemos ser como las velas de una barca, siempre en posición de ser movidos por esa brisa; es decir, debemos ser perceptivos a las inspiraciones del Espíritu Santo y dóciles a éstas, para poder navegar por esta vida guiados por El hacia nuestra meta definitiva.

EL ESPIRITU SANTO COMO FUEGO

El Espíritu Santo es también el fuego que ardía en el corazón de los peregrinos de Emaús, mientras oían hablar a Jesús resucitado (Lc. 24, 32).   Y es el fuego que descendió a los discípulos reunidos en torno a la Santísima Virgen el día de Pentecostés (Hech. 2, 3).

EL ESPIRITU SANTO NOS SANTIFICA:

Al Espíritu Santo se le atribuyen muchas funciones para con nosotros los hombres, siendo tal vez la principal, la de nuestra santificación.  Es el quien, con sus suaves inspiraciones, nos va sugiriendo cómo transitar por el camino de la santidad. El Espíritu Santo nos asiste a cada uno de nosotros en nuestro peregrinar a la meta a que hemos sido llamados:  el Cielo prometido a aquéllos que cumplan la Voluntad de Dios.

EL ESPIRITU SANTO NOS ENSEÑA:

Así nos dijo Jesucristo:  “Tengo muchas cosas más que decirles, pero ustedes no pueden entenderlas ahora.  Pero cuando venga El, el Espíritu de la Verdad, el los llevará a la verdad plena ... El les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que yo les he dicho” (Jn. 16, 12 y 14, 26).

Así que es el Espíritu Santo quien nos lleva a conocer y a vivir todo lo que Cristo nos ha dicho; es decir, nos lleva a conocer y a aceptar el Mensaje de Cristo en su totalidad:  nos lleva a la Verdad plena.

¿COMO FUE LA PRIMERA VENIDA DEL ESPIRITU SANTO?

Los Apóstoles se habían visto privados de la presencia sensible del Señor cuando El subió a los cielos en su Ascensión.  En los cuarenta días que transcurrieron entre su Resurrección y su Ascensión, Jesús Resucitado estuvo apareciéndoseles para fortalecerlos en la fe.

Con su partida, deben continuar su camino y la misión que les había encomendado, en fe pura, acompañados y conducidos por el Espíritu Santo.

Antes de Pentecostés vemos a los Apóstoles temerosos y tímidos, torpes para comprender las Escrituras y las enseñanzas de Jesús.

Pero luego de recibir el Espíritu Santo en Pentecostés, cambiaron totalmente:

  • .     se lanzaron a predicar sin ningún temor y llenos de sabiduría divina
  • .     se les soltaron las lenguas con un nuevo poder de lenguaje dado por el Espíritu Santo, llamando a todos a la conversión, bautizando a los que acogían el mensaje de Jesucristo Salvador.
  • .     forman discípulos y comunidades
  • .     asisten a los necesitados
  • .     sufren persecuciones, llegando hasta el martirio.

¿QUE HACIAN LOS APOSTOLES ANTES DE PENTECOSTES?

“Todos ellos perseveraban en la oración con un mismo espíritu ... en compañía de María, la Madre de Jesús ... Acudían diariamente al Templo con mucho entusiasmo” (Hech. 1, 12-14 y 2, 46).

¿CUÁL ES EL SECRETO DE LA ACCION DEL ESPIRITU SANTO?

El secreto de la acción del Espíritu Santo en nosotros y a través de nosotros está en la oración:  oración perseverante, frecuente, con entusiasmo, con la Santísima Virgen María.  ¡Ven, Espíritu Santo!

¿QUÉ TIENE QUE VER EL ESPÍRITU SANTO CON NUESTRA CONCIENCIA?

No podemos seguir a las mayorías en su error (Ex 23, 2).  Nuestra norma de conciencia no puede ser:  si todos lo hacen debe ser bueno.  Si lo dice el Internet, los twitters y está en TV, debe ser cierto –mejor aún- indiscutible.  Así piensa la mayoría, luego debe ser verdad.

Y si no ¡qué importa!  Después de todo soy libre, no?  Libre, es decir, no sigo ningún tipo de normas.  Mejor aún:  hago lo que me da la gana.

Y lo peor es que casi nadie se da cuenta que nunca como hoy ha estado sometida la gente a la más bárbara manipulación por ocultos personajes que manejan las conciencias de las personas en todos los campos:  comercial, político, ideológico, ético, religioso.

Pero No podemos seguir a las mayorías en su error (Ex 23, 2).

Por eso en esta reflexión sobre el Espíritu Santo es bueno ver cómo El puede ayudarnos en la formación de una conciencia recta y veraz.

Dice el CIC que la conciencia moral, presente en lo íntimo de la persona, es un juicio de la razón, que en el momento oportuno, impulsa al hombre a hacer el bien y a evitar el mal CIC-C #372)

Presente en el corazón de la persona, la conciencia moral (cf Rm 2, 14-16) le ordena, en el momento oportuno, practicar el bien y evitar el mal. Juzga también las opciones concretas aprobando las que son buenas y denunciando las que son malas (cf Rm 1, 32). ... El hombre prudente, cuando escucha la conciencia moral, puede oír a Dios que le habla. (CIC-1777)

La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está solo con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella” (GS 16). (CIC #1776)

¿Qué tiene que ver la Conciencia con el Espíritu Santo?

La voz de la conciencia es el Espíritu Santo haciendo su labor de guía, maestro y santificador.  La acción del Espíritu Santo en la conciencia es la realización de aquella promesa que nos hizo Jesús antes de partir:  “El les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que Yo les he dicho” (Jn 14, 26).

El Espíritu Santo Dios le habla al hombre por medio de la conciencia.  La conciencia es como una voz interior o un conocimiento, por medio del cual Dios se manifiesta al hombre.

¿Y la conciencia está siempre guiada por el Espíritu Santo?

A no ser que la conciencia haya sido deformada o mal formada, esa voz interior o conocimiento propone lo que es razonable, justo y bueno a los ojos de Dios.

¿Podemos equivocarnos al actuar de acuerdo a nuestra conciencia?

Sí. La conciencia puede también emitir juicios erróneos, por causas no siempre exentas de culpabilidad personal ... Es necesario, por tanto, esforzarse para corregir la conciencia moral de sus errores. (CIC-C #376)

¿Qué significa que nuestra conciencia puede emitir juicios erróneos por causas no exentas de culpabilidad personal?

Que a veces nuestra conciencia puede equivocarse y que somos culpables de esos errores de juicio moral. (!!!)

¿Cómo podemos equivocarnos al actuar de acuerdo a la conciencia?

Como la conciencia es una operación del entendimiento, está sujeta a las deficiencias de nuestro intelecto.

Fallas en la conciencia las vemos con frecuencia al notar como diferentes personas juzgan bueno o malo un mismo acto.

Si seguimos las inspiraciones del Espíritu Santo, nuestra conciencia podrá hacer juicios ciertos.

Pero si alguien basa sus juicios en lo que lee en la prensa, ve en la TV o en Internet, tendrá un tipo de conciencia.  Si otra persona basa sus juicios en lo que conoce de la fe, de la Palabra de Dios, de las enseñanzas de la Iglesia, tendrá otro tipo de conciencia.

En la manera de juzgar un acto puede llegarse a extremos como los crímenes del Nazismo, del Comunismo y del Islamismo fundamentalista.  Quienes los cometen u ordenan pueden (y de hecho lo dicen) estar actuando de acuerdo a su conciencia.  ¿Cómo puede ser esto?

Si se dan estas divergencias es porque hay varios tipos de conciencia.  Veamos cuáles son y cuál es el tipo de conciencia que tenemos que fomentar en nosotros para actuar rectamente.

¿Qué tipos de conciencia hay?

1º.    Conciencia verdadera y conciencia errónea:
        
         La conciencia verdadera es aquélla que informa correctamente sobre la bondad o la maldad de un acto.
                 La conciencia errónea es aquélla que indica falsamente que una conducta mala es buena y viceversa.

2º.    Conciencia cierta y conciencia
dudosa:
                  
Conciencia cierta es la que dicta un juicio claramente sin temor a equivocarse.
                Conciencia dudosa es la que hace que la persona esté indecisa acerca del juicio.

3º.    Conciencia laxa y escrupulosa:
                 
Los que tienen una conciencia laxa o permisiva suelen estar convencidos de que está bien realizar actos malos o cometer pecados, aún pecados graves.  Pensemos solamente en la cantidad de gente que hoy aprueba el aborto, que es un asesinato al más indefenso e inocente de los seres humanos, que se encuentra alojado en el sitio más seguro que es el vientre de su mamá.  Los de conciencia laxa encuentran excusas para su mala conducta.  Suelen comenzar permitiéndose pequeñas faltas y luego pasan a faltas más graves, racionalizando sus motivaciones.  En ese sentido podemos decir, que van estirando su conciencia, por lo que ese tipo de conciencia permisiva se llama conciencia laxa.

La conciencia laxa suele llevar al adormecimiento de la conciencia.  Llegar a este estado es como estar manejando un vehículo, que ha perdido la barra de la dirección y el freno, pero que sigue marchando a velocidad.

En el extremo opuesto de la conciencia permisiva o laxa está la conciencia escrupulosa, que ve pecados donde no los hay o que considera grave lo que es leve.  Este tipo de conciencia se manifiesta por un continuo temor de poder pecar y también por ansiedad sobre actos realizados que cree que son pecado.

4º.    Conciencia delicada:
               
La conciencia delicada es la conciencia verdaderamente correcta.  Esta juzga rectamente la moralidad de un acto, fijándose hasta los detalles más pequeños.  Atiende esos detalles mínimos, pero con serenidad y verdad, no como la escrupulosa.  La conciencia delicada ve el pecado donde lo hay, aunque sea muy pequeño.  La conciencia delicada ayuda al alma a evitar hasta los pecados pequeños y la empuja a la santidad.

La educación de la conciencia es indispensable a seres humanos sometidos a influencias negativas y tentados por el pecado a preferir su propio juicio y a rechazar las enseñanzas autorizadas. (CIC-1783)  La educación de la conciencia es una tarea de toda la vida.  (CIC-1784)

En la formación de la conciencia, la Palabra de Dios es la luz de nuestro caminar; es preciso que la asimilemos en la fe y la oración, y la pongamos en práctica. Es preciso también que examinemos nuestra conciencia atendiendo a la cruz del Señor. Estamos asistidos por los dones del Espíritu Santo, ayudados por el testimonio o los consejos de otros y guiados por la enseñanza autorizada de la Iglesia (cf DH 14). (CIC #1795)

En realidad el artífice de una conciencia bien formada es el Espíritu Santo: es Él quien, por un lado, señala la Voluntad de Dios como norma suprema de comportamiento y, por otro, derramando en el alma las tres virtudes teologales y los dones, suscita en el corazón del hombre la íntima aspiración a la voluntad divina hasta hacer de ella su alimento.  Seguir el Espíritu Santo es seguir la Voluntad de Dios.

El Catecismo nos dice: Es necesario, por tanto, esforzarse para corregir la conciencia moral de sus errores. (CIC-C #376).

¿Cómo formar una conciencia recta y delicada?  ¿Cómo corregir una conciencia errónea o laxa o escrupulosa?

  • .        Educación de la fe y la moral, siguiendo las enseñanzas de la Iglesia.
  • .        Lectura, meditación y estudio de la Palabra de Dios.
  • .        Seguir los consejos de personas prudentes que estén bien formadas.
  • .        Recibir con humildad las correcciones bien intencionadas de los demás.
  • .        Examen de conciencia diario o frecuente:  qué he hecho hoy que Cristo no hubiera hecho.
  • .        Recibir los Sacramentos de la Confesión y la Comunión con frecuencia.
  • .        Oración diaria, constante y perseverante para que el Espíritu Santo ilumine nuestra conciencia.

La libertad de conciencia es uno de los derechos humanos.  Pero ... ¿es autónoma la conciencia?

Efectivamente, el Catecismo nos dice que a causa de la misma dignidad personal, el hombre no debe ser forzado a obrar contra su conciencia, ni se le debe impedir obrar de acuerdo con ella, sobre todo en el campo religioso, siempre que actúe dentro de los límites del bien común. (CIC-C 373).  Esto es lo que se llama libertad de conciencia.

Sin embargo, la conciencia no es autónoma.  Tener libertad de conciencia supone que la conciencia está basada en verdaderos principios morales de la fe y de la ley natural. 

La conciencia no es el árbitro supremo e independiente del bien y el mal, como han pretendido algunos a lo largo de la historia de la humanidad.  Esa es una libertad de conciencia mal entendida.  Su simbolismo es el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal del Génesis, que causó el Pecado Original.

La conciencia no es para juzgar
los principios de la Ley Natural
y de la Ley Divina,

sino que examina si un acto
está de acuerdo o no

con esos principios
establecidos por Dios

en el corazón humano y en su Ley.

Entonces, decir “yo actúo de acuerdo a mi conciencia” no puede significar actuar contra los principios de la Ley Natural y de la Ley Divina, sino analizar si un acto está de acuerdo o no a esos principios morales.

¿Cómo ir curando vicios y pecados? 

Hay que pedir al Espíritu Santo que nos indique qué es lo que debemos cambiar, qué es lo que debemos desterrar de nuestra vida, de nuestro ser. 

Por nosotros mismos no podemos hacer esa transformación.  Es el Espíritu Santo quien lo hace.  Pero hay que estar dispuestos.  De veras disponerse.  Hay que querer querer cambiar.

No hay que tener miedo.  Dios es gentil.  El  Espíritu Santo va a ir cambiando y transformando lo que haya que cambiar y transformar.  Hay que confiar, querer y aceptar.  Llevemos eso al Sagrario.

Pedir la ayuda de la Santísima Virgen María.  Ella intercederá para que eso que presentamos ante el Señor, ante su Presencia Viva en el Santísimo Sacramento del Altar, ella seguramente lo presentará postrada ante su Hijo para que el Espíritu Santo nos santifique.

El Papa nos recomienda
examinarnos en positivo:  
¿qué ha hecho el Espíritu Santo
hoy en mi vida?

El Papa dijo que el Espíritu Santo es
"justamente Dios, la Persona Dios,
que da testimonio de Jesucristo en nosotros"
y que "nos defiende"
y "siempre está a nuestro lado para sostenernos":

El Espíritu "testimonia" a Jesús "
para que nosotros podamos
testimoniarlo a los demás",
precisó Francisco.

El Papa exhortó a rezar,
como el camino
para tener, en "cada momento",
la gracia de la "fecundidad de la Pascua"
.
Una riqueza posible gracias al Espíritu Santo.
Nos presentó "el examen de conciencia",
"que los cristianos realizan con respecto
a la jornada que han vivido",
un "ejercicio" que "nos hace bien
porque es tomar consciencia

de aquello que el Señor
ha obrado en nuestro corazón ".

"Pidamos la gracia de acostumbrarnos
a la presencia de este compañero de camino,
el Espíritu Santo,
de este testigo de Jesús
que nos dice dónde está Jesús,
cómo encontrar a Jesús, qué cosa nos dice Jesús.
Tenerle una cierta familiaridad: es un amigo. Jesús lo ha dicho:
‘No, no te dejo solo, te dejo a Éste.
Jesús nos lo deja al Espíritu Santo
como amigo.

Antes que termine la jornada
tengamos la costumbre de preguntarnos: ¿‘Qué cosa ha obrado
el Espíritu Santo en mí, hoy?

¿Qué testimonio me ha dado?
¿Cómo me ha hablado?

¿Qué cosa me ha sugerido?’".

"Porque el Espíritu Santo es una presencia divina
que nos ayuda a ir adelante
en nuestra vida de cristianos.
Pidamos hoy esta gracia. Y esto hará que, como lo hemos hecho en la oración,
en cada momento tengamos presente
la fecundidad de la Pascua
. Así sea".

     
LA ACCION DEL ESPIRITU SANTO
(de un autor anónimo del Siglo IV)


Los que han llegado a ser hijos de Dios y han sido hallados dignos de renacer de lo alto por el Espíritu Santo, y poseen en sí a Cristo, que los ilumina y los crea de nuevo, son guiados por el Espíritu de varias y diversas maneras, y sus corazones son conducidos de manera invisible y suave por la acción de la gracia.

A veces lloran y se lamentan por el género humano, y ruegan por él con lágrimas y llanto, encendidos de amor espiritual hacia los hombres.

Otras veces el Espíritu Santo los inflama con una alegría y un amor tan grandes, que, si pudieran, abrazarían en su corazón a todos los hombres, sin distinción de buenos y malos.

Otras veces experimentan un sentimiento de humildad que los hace rebajarse por debajo de todos los demás hombres teniéndose a sí mismos por los más abyectos y despreciables.

Otras veces el Espíritu les comunica un gozo inefable.

Otras veces son como un hombre valeroso que, equipado con toda la armadura propia de un rey ,y lanzándose al combate, lucha con valentía contra sus enemigos y los vence.  Así también el hombre espiritual, tomando las armas celestiales del Espíritu, arremete contra el enemigo y lo somete bajo sus pies.

Otras veces el alma descansa en un gran silencio, tranquilidad y paz, gozando de un excelente optimismo y bienestar espiritual y de un sosiego inefable.

Otras veces el Espíritu le otorga una inteligencia, una sabiduría y un conocimiento inefables, superiores a todo lo que pueda hablarse o expresarse.

Otras veces no experimenta nada en especial.

De este modo, el alma es conducida por la gracia a través de varios y diversos estados, según la Voluntad de Dios que así la favorece, ejercitándola de diversas maneras, con el fin de hacerla íntegra, irreprensible y sin mancha ante el Padre Celestial.

Pidamos también nosotros a Dios, y pidámoslo con gran amor y esperanza, que nos conceda la gracia celestial del don del Espíritu para que también nosotros seamos gobernados y guiados por el mismo Espíritu, según disponga en cada momento la Voluntad Divina, y para que El nos reanime con su consuelo multiforme, y así, con la ayuda de su dirección y ejercitación y de su moción espiritual, podamos llegar a la perfección de la plenitud de Cristo.

 

SECUENCIA DEL ESPIRITU SANTO
(de la Liturgia del Domingo de Pentecostés)

Ven Espíritu Divino
manda tu Luz desde el Cielo,
Padre amoroso del pobre,
don en tus dones espléndido,
Luz que penetra las almas,
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,
divina Luz y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre
si Tú le faltas por dentro,
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas e infunde
calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

Reparte todos tus dones,
según la fe de tus siervos,
Por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito,
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.
Amén.

Más Retiros
 

 

buenanueva.net ir arriba
imprimir
homilia.org