YA FALTA MENOS

Comienza el Adviento, que es el tiempo de preparación para la Navidad.  Y las Lecturas nos invitan a ver la venida de Jesús de dos maneras.

Lo usual es que recordemos cuando nació hace unos dos mil años:  la primera venida del Señor.  Pero las lecturas de Adviento también nos invitan a pensar en la Parusía, es decir, la Segunda Venida de Cristo al final del tiempo.

Es claro que a medida que avanza la historia, cada vez falta menos para la Parusía.  Y San Pablo nos hace caer en esa realidad:  “ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer”.  Y, seguidamente nos invita a “despertar del sueño” (Rom. 13, 11).

Y  ¿en qué consiste ese sueño?  Consiste en que vivimos como si el tiempo no estuviera andando.  Andamos como sin darnos cuenta de esa marcha inexorable de la humanidad hacia la Segunda Venida de Cristo.  Y es que vivimos como en los tiempos de Noé, cuando “la gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca, y cuando menos lo esperaban sobrevino el diluvio y se llevó a todos”.  Y atención a esta alerta del Señor:  “Lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre” (Mt. 24, 37-39).

Así vivimos nosotros en el siglo XXI:  sin darnos cuenta de que -como dice el Evangelio- “a la hora que menos pensemos, vendrá el Hijo del hombre” (Mt. 24, 44).

Y, “a la hora que menos pensemos” -como ha sucedido a tantos- podríamos morir, y recibir en ese mismo momento nuestro respectivo “juicio particular”, por el que sabemos si nuestra alma va al Cielo, al Purgatorio o al Infierno.

O podría ocurrirnos que -efectivamente- tenga lugar la Segunda Venida de Cristo al final del tiempo.  Para cualquiera de las dos circunstancias hemos de estar preparados, bien preparados.

Siempre hay que estar preparados, pero el Adviento es un tiempo especial para preparar nuestro corazón a recibir al Señor.  Las Lecturas de estos días nos sugieren dejar el pecado y cultivar las virtudes.

Sabemos que tenemos todas las gracias de parte de Dios para ir preparando nuestro corazón a la venida de Cristo.  Lo que nos toca hacer es sencillo:  simplemente responder a la gracia divina para ser revestidos con las armas de la luz (Rom 13, 12).  Algunas de esas armas sonla fe, la esperanza, la caridad, la humildad, la templanza, el gozo, la paz, la paciencia, la comprensión de los demás, la templanza, la bondad, la fidelidad, etc.  Dios pone su parte y nosotros debemos poner la nuestra para adquirir esas armas.

Recordemos que el Hijo de Dios se hizo hombre y nació en Belén hace ya más de dos mil años.  El está continuamente presente en cada ser humano con su Gracia para “revestirnos de El” (Rom. 13, 14).  El también está continuamente presente en la historia de la humanidad para guiarla hacia la Parusía, cuando El volverá de nuevo en gloria “para juzgar a vivos y muertos”, como rezamos en el Credo.


¿Qué es el Juicio Final?  ¿Cuándo será?

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