¿SABEMOS AMAR?

“Si me aman, cumplirán mis mandamientos.” (Jn. 14, 15-24). ¿Qué significan estas palabras del Señor?  Jesús nos está mostrando, no solamente las exigencias del Amor de Dios, sino también nos está indicando algo que es esencial en el amor:  quien ama complace al ser amado. 

Y ¿qué es complacer a quien se ama?  Complacer no significa mimar, ni consentir, ni aceptar conductas censurables.  Complacer es más bien cuidarse de no ofender, de no desagradar, de tratar de hacer en todo momento lo que cause contento y agrado a quien se ama.

Dios nos ama con un Amor infinito -sin límites-, con un Amor perfecto -sin defectos- ... porque Dios es, la fuente de todo amor.  Pero aún más que eso:  Dios es el Amor mismo (cfr. 1 Jn. 4, 8).

Entonces, amar a Dios es complacerlo en todo:  en cumplir sus mandamientos, en aceptar su Voluntad, en hacer lo que creemos nos pide.  “El que acepta mis mandamientos y los cumple, ése me ama ... El que no me ama, no guarda mis palabras”.   Amar a Dios es, entonces, amarlo sobre todas las personas y sobre todas las cosas; amarlo a El, primero que nadie y primero que todo ... y amarlo con todo el corazón y con toda el alma.

Pero ... si observamos bien nuestra actualidad:  los hombres y mujeres de hoy ponemos nuestra confianza y nuestra admiración en los poderosos, en los artistas, en los modelos de belleza, en las estrellas deportivas, etc.  Podríamos decir que nos identificamos con ellos, les damos todo nuestro aprecio -inclusive nuestro amor- llegando a imitar sus maneras de ser, siguiendo sus recomendaciones, etc.  

Pero ... pensemos bien ... ¿Nos llaman la atención los poderosos, las estrellas deportivas? … ¿qué mayor Poder que el de Dios, fuente de todo poder?  ¿Nos gusta la belleza? … ¿qué mayor Belleza que la de Dios, fuente de toda belleza?  ¿Nos atraen los que hacen algo bueno por la humanidad? … ¿qué mayor Bondad que la de Dios, fuente de todo bien?

Los hombres y mujeres de hoy hemos sido absorbidos por las cosas del mundo:  poder, dinero, riquezas, placeres, frivolidades, vicios, pecados, conductas erradas, apegos inconvenientes, etc., etc.  Unos más, otros menos, todos estamos sumergidos en un mundo muy alejado de los valores eternos, muy desprendido de las cosas de Dios.  Pero Dios nos sigue interpelando con su Palabra, día a día, semana a semana.

Esta semana nos llama a amarle a El y nos indica cómo.  Amar a Dios es complacerlo en todo:  1º cumplir sus mandamientos, 2º aceptar su voluntad, 3º hacer lo que creemos nos pide.  Y nos indican cuál será nuestra recompensa:  nada menos que el tenerlo a El mismo y el ser amados por El como sólo El sabe hacerlo:  “Al que me ama a Mí, lo amará mi Padre; Yo también lo amaré y me manifestaré a él  ... y vendremos a él y haremos nuestra morada en él”.

Mientras busquemos en las cosas de este mundo y en los seres de este mundo lo que nuestro corazón ansía, seguiremos insatisfechos, deseando siempre algo más.  Ese “algo más” que siempre nos falta es el amor a Dios.  Es que, como Dios nos creó para El, sólo en El hallaremos el descanso, la alegría, la paz que no nos pueden dar ni las cosas del mundo, ni las mismas creaturas.  Sólo Dios satisface plenamente.

 

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