El enigma del velo de la Verónica

Aunque originadas de manera diferente y en momentos diferentes, la imagen de la Sábana Santa de Turín se sobrepone perfectamente al Santo Rostro de Jesús , grabado en el Velo de la Verónica (con más de diez puntos de referencia), según lo ha demostrado la iconógrafa Blandina Pascalis Shlöemer.

CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 31 agosto 2006 (ZENIT.org).- Benedicto XVI se convertirá este viernes en el primer Papa en visitar el santuario del Santo Rostro de Manoppello, donde según la tradición se encuentra el velo con el que la Verónica habría enjugado el rostro de Cristo en el camino al Gólgota.

El Santuario que acoge la reliquia, conocida antiguamente como «la madre de todos los iconos», confiada a los Frailes Menores Capuchinos, se encuentra en un pequeño pueblo (difícil de ubicar en los mapas) de los Abruzos, en los montes Apeninos, a unos 200 kilómetros de Roma.

El Santo Rostro es un velo de 17x24 centímetros. Cuando el peregrino se acerca al velo, descubre la imagen de un hombre que sufre, por los golpes de la pasión como la que sufrió Cristo.

El padre Heinrich Pfeiffer S.I., profesor de iconología e historia del arte cristiano en la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma, haestudiado durante trece años este velo y ha sido el primer científico en asegurar que se trata del velo de la Verónica que antes se custodiaba en el Vaticano.

En el libro apócrifo de los Hechos de Pilato (siglo VI), se habla de una mujer, conocida con el nombre de Verónica, que enjugó con un velo el rostro de Cristo en el Vía Crucis.

A pesar de estas fuentes inciertas, que se encuentran ya en el siglo IV, según constata el padre Pfeiffer, alemán, la historia del Velo de la Verónica está presente a través de los siglos en la tradición católica. En su película «Jesús de Nazaret», la recoge el director de cine Franco Zeffirelli.

Con motivo del primer año santo de la historia, en el año 1300, el Velo de la Verónica se convirtió en una de las «Mirabilia urbis» (maravillas de la ciudad de Roma) para los peregrinos que pudieron visitar la Basílica de San Pedro en el Vaticano.

Lo confirma el mayor poeta de la historia de Italia, Dante Alighieri (1265-1321), en el canto XXXI del «Paraíso» (versos 103-111) en la «Divina Comedia».

Las huellas del velo de la Verónica se perdieron en los años sucesivos al Año Santo 1600, cuando el velo fue hallado en Manoppello.

Según estudios históricos citados por el padre Pfeiffer, con motivo de la reestructuración de la Basílica de San Pedro, realizada por el Papa Pablo V (1605-1621), en 1608 se abatió la Capilla en la que se custodiaba y es probable que en esa ocasión fuera robada la reliquia.

En 1618, el archivista del Vaticano Giacomo Grimaldi hizo una lista de los objetos de la antigua Basílica de San Pedro, en la que habla del relicario que custodiaba el Velo, especificando que los cristales estaban rotos.

El padre Pfeiffer explica que en el velo de Manoppello, en el margen inferior, se puede ver todavía un pequeño fragmento de cristal del anterior relicario, lo que demostraría su procedencia del Vaticano.

Según la «Relación Histórica», escrita en 1646 por el sacerdote capuchino Donato da Bomba, en 1608 una señora, Marzia Leonelli, para sacar a su marido de la cárcel, vendió por 400 escudos el Velo de la Verónica, que había recibido como dote, a Donato Antonio de Fabritiis.

Dado que la reliquia no se encontraba en buenas condiciones, de Fabritiis la entregó en 1638 a los padres capuchinos de Manoppello.

Fray Remigio da Rapino recortó los bordes del Velo y lo colocó entre dos marcos de madera de nogal. Los marcos y los cristales son los que todavía hoy conservan el velo en Manoppello.

Esta relación, de la que no hay otras pruebas históricas, diverge de la reconstrucción del padre Pfeiffer, narrando la historia popular de la llegada del icono a los Abruzos, en manos de un peregrino, en 1506. Hasta 1638, el icono habría pasado por varias manos. Con la creación de esta leyenda, opinan algunos de los investigadores, se podría haber tratado de ocultar el robo del Vaticano.

El profesor Donato Vittori, de la Universidad de Bari, hizo un examen del velo en 1997 con los rayos ultravioleta, descubriendo que las fibras no tienen ningún tipo de pigmentación. Al observarse la reliquia con el microscopio se descubre que no está pintada y que no esta tejida con fibras de color.

A través de sofisticadas técnicas fotográficas digitales, se ha podido constatar que la imagen es idéntica en ambos lados del velo, como si fuera una diapositiva.

La iconógrafa Blandina Pascalis Shlöemer ha demostrado que la imagen de la Sábana Santa de Turín se sobrepone perfectamente al Santo Rostro de Manoppello (con más de diez puntos de referencia).

El padre Pfeiffer ha recogido las principales obras artísticas de la historia que se inspiran en el velo de la Verónica, hasta que Pablo V prohibiera su reproducción, tras el probable robo en el Vaticano, y todas parecen tener por modelo la reliquia de Manoppello.

El padre Pfeiffer, que este viernes estará en Manoppello con el Papa, explica: «Cuando los diferentes detalles se encuentran reunidos en una sola imagen, esta última debe haber sido el modelo de todas las demás. Todas las demás pinturas imitan un solo modelo: la Verónica de Roma. Por este motivo, podemos concluir que el Velo de Manoppello no es más que el original de la Verónica de Roma».
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¿Podría demostrarse científicamente
la Resurrección de Cristo
o simplemente debemos creerla por fe?